"La poesía es como el viento, o como el fuego, o como el mar.
Hace vibrar árboles, ropas, abrasa espigas, hojas secas,
acuna en su oleaje los objetos que duermen en la playa..."

José Hierro

miércoles, 13 de junio de 2012

La aurora de Nueva York (Lorca)

"Nueva York", dibujo de Lorca
Federico García Lorca (1898-1936) llegó a Nueva York en junio de 1929 con el propósito de estudiar en la Universidad de Columbia y de alejarse de un periodo oscuro en el terreno amoroso. La ciudad le impacta de una manera fortísima: él que venía de un mundo en contacto con la Naturaleza (Granada y la Huerta de San Vicente, aunque conociera bien Madrid), se encuentra con una megalópolis sin parangón en aquella época en el mundo occidental. Observa cómo el mundo natural está amenazado por una nueva sociedad tecnológica y capitalista, que, además, coincidió con el crash de la Bolsa neoyorkina que se produjo en octubre de 1929. A raíz de esa estancia en la ciudad, Federico escribe Poeta en Nueva York, uno de los libros más importantes de la lírica del S. XX, en el que denuncia el sufrimiento que padecen los más débiles en esa ciudad deshumanizada, en especial los negros, los niños, las gentes que vagan insomnes como recién salidas de un incendio de sangre. Como ya había hecho antes en su Andalucía natal con las mujeres o los gitanos, el poeta se solidariza con los que no tienen voz para defenderse. La diferencia será que ahora en lugar de recurrir a la poesía de raíz popular, utilizará las técnicas del Surrealismo, que le permiten crear imágenes potentísimas. 
Sesenta años después de la muerte de Lorca, el cantaor Enrique Morente en su álbum OMEGA rinde homenaje a Lorca, y especialmente a Poeta en Nueva Yorkcomo se puede comprobar en su interpretación de "La aurora de NY", por poner sólo un ejemplo:






La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.


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