Soñando caminos...

En este trabajo, nos hemos puesto serios y nos hemos preguntado por el sentido de la vida. Lo hemos hecho en forma de poema y dejándonos llevar de la mano de Antonio Machado, que nos ha prestado un verso clave en el que reflexionaba sobre la existencia humana: "¿Adónde el camino irá?". También hemos intentado recrear el paisaje que sirve como telón de fondo a esa reflexión del poeta: la tarde, las colinas, los pinos, las encinas, el cantar del viajero... Aquí está el resultado:

El crimen fue en Granada

Antonio Machado fue uno de los muchos intelectuales que apoyaron a la República en 1931, y lo hizo públicamente, izando la bandera tricolor desde el balcón del ayuntamiento de Segovia. Cuando estalló la Guerra Civil, denunció sus horrores, y entre estos, la muerte de García Lorca, en los primeros meses de la contienda. Dejamos aquí un fragmento de su poema "El crimen fue en Granada".

La muerte del niño herido

Se cree que Machado compuso este soneto inspirándose en una vivencia real de un bombardeo sobre Barcelona en la Guerra Civil. El poeta concreta el drama de la Guerra en el drama particular de una habitación y una familia. Dos animales –en principio inofensivos, como son el pájaro y las mariposas – se convierten en metáforas del avión que descarga las bombas ("el cristal del balcón repiquetea"); a la muerte del niño se alude a través de la repetición –¡hasta cinco veces!– del adjetivo "fría". Las imágenes que acompañan el recitado son del célebre fotógrafo Frank Capa.

Canciones a Guiomar

El amor de Machado a Pilar Valderrama (Guiomar fue sólo un nombre literario) fue muy intenso. El poeta tenía unos 50 años; Guiomar era más joven y estaba casada, así que se trataba de un amor nada fácil, que se complicó aún más cuando estalló la Guerra Civil, que los separó para siempre. Para Machado, este segundo amor significó muchísimo en su vida, tanto que en sus cartas y en sus poemas la llamaba "diosa". En este poema, el poeta, mientras contempla a su amada sonriendo, recuerda tiempos pasados, hasta remontarse a su niñez y siente cómo Guiomar le ofrece los frutos encantados que quiso alcanzar una tarde de su infancia y no pudo, como cuenta en su poema "El limonero lánguido" que incluimos en otra entrada del blog.

Soñé que tú me llevabas....

He aquí nuestra versión de este emotivo poema de Machado. Lo escribe cuando Leonor ya ha muerto. Es por eso por lo que no se pudo incluir en la primera edición de Campos de Castilla, que se publicó en julio de 1912. Recordemos que su esposa murió el 1 de agosto del mismo año. Machado lo publicó en 1913 en un diario de Soria, pero estaba ya en Baeza. En la composición, recuerda a Leonor de manera tan intensa ("¡Eran tu voz y tu mano, / en sueños tan verdaderas!") que incluso hoy, cien años más tarde, es imposible no conmoverse con las palabras del genial poeta.

Memorias de nuestra infancia

Partiendo del poema "Recuerdo infantil" de Antonio Machado, hemos recordado nosotros también nuestra infancia en forma de poema. Aquí está el resultado.

"El limonero lánguido" (Machado)

Éste es otro poema de Machado en el que recuerda su infancia. A él nos remite directamente uno de los poemas dedicados a Guiomar: No sabía / si era un limón amarillo  / lo que tu mano tenía, / o un hilo del claro día, / Guiomar, en dorado ovillo. 

El limonero lánguido suspende

una pálida rama polvorienta 
sobre el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los frutos de oro...

Es una tarde clara,
casi de primavera,
tibia tarde de marzo
que el hálito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusión cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algún recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o, en el aire,
algún vagar de túnica ligera.

En el ambiente de la tarde flota

ese aroma de ausencia,
que dice al alma luminosa: nunca,
y al corazón: espera.

Ese aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y muertas.

Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera,
tarde sin flores, cuando me traías
el buen perfume de la hierbabuena,
y de la buena albahaca,
que tenía mi madre en sus macetas.

Que tú me viste hundir mis manos puras
en el agua serena,
para alcanzar los frutos encantados
que hoy en el fondo de la fuente sueñan...
Sí, te conozco, tarde alegre y clara,
casi de primavera.

Cien años de "Campos de Castilla"

Este año, 2012, hace ya cien años de la edición de “Campos de Castilla”. La obra fue escrita en Soria, ciudad a la que llega Machado en 1907 como profesor de francés al instituto de la ciudad y que será de importancia capital en su vida. La ciudad castellana le rindió un importante homenaje en 2007:

Este año, conmemorando la publicación de Campos de Castilla también será homenajeado por numerosos artistas en la ciudad de Segovia, la otra ciudad castellana que marcó su vida. El evento, que ha sido bautizado En la Casa del Poeta: diálogos de música y poesía, se desarrollará del 25 al 27 de mayo y tendrá lugar en lo que fuera la pensión que el escritor habitó entre 1919 y 1931, y que podemos visitar virtualmente en este vídeo:

Antonio Machado

¿Cómo reflejar una figura como la de Antonio Machado en cuatro líneas? Tarea harto difícil, si no imposible. Es por ello que, de momento, nos quedaremos únicamente con tres documentos: este vídeo sobre su vida, la fotografía de su boda con Leonor y este poema-homenaje de Julio Llamazares, incluido en su libro Versos y ortigas, de 2009: 

EN SORIA

Desde tu soledad lejana de Colliure,

llega hasta mí tu voz prostituida

por aquellos que quisieron ver en ella

algo más que poesía.

Pienso en tus tardes de Soria. Vieja pasión.

Una taza de café. Y la soledad

creciéndote. Y tú. Y la tristeza.

¿Sabes, Antonio? He estado siguiendo

tus pasos por el hermoso paseo provinciano

peraltado por el río entre San Polo

y San Saturio.

Y he perseguido los versos que una

tarde escribiste volviendo bajo

las axilas pétreas de San Juan de Duero.

Y en la noche, cuando el reloj

de la Audiencia daba la una,

he recordado a Leonor como tú

tanto hiciste a esa hora.

¿Sabes, Antonio? Soria es aún tan

mística y guerrera, y tan hermosa,

como tú la contaste en tus libros.

Pero tu voz, como la de Leonor,

es ya sólo un sonido inaudible,

una queja que no escucha nadie.

Camino de Madrid, la tarde se hacía vieja

-tú sabes, Antonio,

como duele en el alma una tarde de Soria-.

Y escribí en mi cuaderno:

“Dios mío, qué solos están los poetas”.

Sonatina (II)

Vamos a ir dejando aquí los trabajos inspirados en la "Sonatina" de Rubén Darío. El primero es de Laura García, que ha contado con una colaboración especial. ¡Qué ricura de princesa!

En este otro, han participado Abril López, Laia Farnés, Alba Pozo y Judith Brils, y le han dado un toque especial al poema, actualizándolo y dejando de lado el tono romanticón de la composición y preguntándose enfáticamente "¿Pero que es lo que tendrá la princesa que no hace más que llorar y suspirar?". Porque también está bien perderle el respeto a los textos clásicos –al menos de vez en cuando.

Finalmente, tenemos aquí la versión de Ariana y Sandra, que han trabajado muchísimo la imagen. ¡Lástima que el audio no se pueda oír mejor! Fallos de la técnica.

Sonatina (Rubén Darío)

En el vídeo, podéis ver un trabajo que hicieron compañeros vuestros del instituto hace ya 4 o 5 años. cuando cursaban 3º de ESO, como ahora vosotros. El trabajo en cuestión es una traducción en imágenes –muy bien hecha– del poema de Rubén Darío, acompañado del recitado del poema. ¿Os animáis a hacer ahora vosotros un recitado muy diferente? No sé, algo así como a ritmo de rap, o con un tono burlesco, o muy serios, o llorando, o... ¡A pensar se ha dicho! Puede ser un trabajo individual, en parejas, en grupo... Podéis incluir imágenes, pero no os compliquéis la vida en ese aspecto: el ejercicio consiste en trabajar el recitado.

De invierno (Rubén Darío)

Éste es el uno de los poemas modernistas de Rubén Darío que hemos trabajado en clase ¿Qué cuadro de los que ilustran la entrada creéis que refleja mejor el contenido del poema?

Ramon Casas i Carbó

Fritz Zuber-Buhler

En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.

Anglada-Camarasa

Anglada-Camarasa